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PRINCIPIOS Y POLÍTICAS

 

​Partiendo de la vieja definición latina de médico que es la de "hombre bueno versado en el arte de curar" nuestra misión es, fundamentalmente, ​trabajar con convicción, esfuerzo,pasión, y sacrificio.​

Conscientes de que estamos viviendo en un mundo de estereotipos llenos de complejos de superioridad-inferioridad donde los hombres se convierten en monstruos que juegan a ser dioses, librando una caníbal contienda de “quien tiene más”; donde el conocimiento está puesto al servicio de la petulante vanidad empapada de arrogancia, la nobleza está siendo enterrada por la ambición, la generosidad reemplazada por el interés, la genialidad multifacética de integra moral pulverizada por ilusos explotadores que se aprovechan del dolor y la desesperación del prójimo.​ Theodor Adorno, en su tratado “Problems of Moral Philosophy”, destacó un aspecto cruel de la carencia de moral colectiva forzada por las ambiciones: “Cuando una norma ética se torna imposible de aplicar dentro de una sociedad, ésta entra en putrefacción y el resultado es la violencia del hombre contra el hombre”.

Pensamos que la llamada relación médico‐paciente debe dirigirse hacia sanar, curar, moderar, consolar, ayudar, acompañar, relacionarse, entender, en una palabra: solidarizarse con otro ser humano que aparece como paciente. El acto médico no puede ser una relación de imposición sobre el paciente sino un acompañamiento solidario que involucra activamente a ambos personajes para que el enfermo reciba un impulso terapéutico que lo ayude a buscar su propio e individual orden, cualquiera que él sea, pero el que necesite para cumplir su propósito. El acto médico se debe convertir en una relación humana de respeto mutuo, con una relación de amor, enriquecedora para ambos seres, en una relación solidaria, ni de poder ni de imposición. William Shakespeare nos decía: “El desdichado no tiene otra medicina que la esperanza, el médico no es el llamado a destruirla”.

La sociedad actual ha trastocado los principios nobles y virtuosos del médico. Justifica solamente la existencia  a través del tener, del poder y del placer. La modernidad el mercantilismo y el consumo contaminan y limitan la capacidad de muchos médicos de alcanzar y desarrollar su integridad moral, de tener buenas intenciones, más bien forman un abismo entre los ideales del profesional y las metas económicas individuales, llevándole a la decepción, al abandono de sus sueños de servir hasta llevarle a un grado de cinismo, de hacer lo que sea por obtener dinero, sesgando sus conocimientos hacia la extorsión y la explotación.

El dolor origina registros cerebrales, que dejan impresos circuitos de sufrimiento tanto más difíciles de borrar cuanto más largo haya sido el tiempo durante el cual se percibieron. Así, el dolor reciente transita por una vía, pero cuando se hace crónico va por otra muy distinta. El dolor es como el amor o como el odio, no se le puede medir y éste es personal, subjetivo e intransferible. La sede de este sentimiento reside mucho más allá de la parte del cuerpo que está dando la alarma. Es la diferencia entre el dolor y el sufrimiento, de hecho quien siente dolor es la persona en su totalidad.
En un informe de la Organización Mundial de la Salud​ ​se da cuenta de que el 80% de las enfermedades que aquejan al ser humano no son influidas, en el estado actual de los conocimientos científicos por el accionar de los médicos. Es decir que el 80% de los enfermos evolucionan hacia la curación a pesar de los médicos o bien, sucumben a la enfermedad sin que el médico pueda hacer nada para evitarlo. Los médicos solamente influimos sobre el 20% restante. Sobre el 10% en forma positiva y sobre el resto iatrogénicamente.
Tomando en cuenta todos estos antecedentes creemos que, el haber tenido la oportunidad de prepararnos academicamente y conocer la cultura y filosofía oriental por años, en conjunción con el conocimiento de nuestra medicina, nos han hecho simplemente más humanos y menos mercantiles. 

 

 


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